Wednesday, 17 January 2024

Canciones Sobrevivientes - Convocatoria ASAB - Creación desde casa 2020

CANCIONES SOBREVIVIENTES

CONVOCATORIA “CREACIÓN DESDE CASA”

UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE ARTES ASAB

LUZ MARCELA CAROLINA AYALA LIZARAZO.


SINOPSIS DE LA CONVOCATORIA


Canciones sobrevivientes pertenece a un lab-oratorio de etnografías urbanas, como parte de la investigación - creación "Espiral sonora por Bogotá". Consiste en descubrir sonidos de Bogotá durante la pandemia y reproducirlos con diferentes instrumentos sonoros. Pueden ser cinco patrones ritmo-melódicos, solo rítmicos o armónicos. El ejercicio se comparte con músicos que estén en mi zona (la Candelaria) y luego nos encontramos, elijo al azar alguno de mis cinco patrones y el otro músico elige uno de los suyos y lo tocamos libremente, como una conversación en vivo. No hay ensayo, ni preparación. De este encuentro queda un registro en video y audio.

Luego, intercambiamos nuestra experiencia descubriendo el sonido que cada uno interpretó.

LAB-ORATORIO

Este lab-oratorio de Canciones sobrevivientes, consistió es llevar a la práctica los siguientes pasos:

1. Dejarse inspirar por cinco sonidos que se escuchan desde la ventana de la casa.

2. Reconocerlos en un patrón rítmico, melódico, armónico o combinados.

3. Pensarlos en instrumentos sonoros. Pueden ser instrumentos musicales o demás objetos sonoros

4. Encuentro para intercambiar los sonidos.

5. Se elige alguno de los sonidos propuesto por mi y por el otro músico con un dado.

6. Empezamos a tocar sin palabras, buscando una unidad sonora, un diálogo.

7. Al final hablamos de la fuente de inspiración.

Invité a cuatro músicos vecinos y amigos a construir conmigo paisajes sonoros a partir del sentir y oír cotidiano desde las ventanas. Los encuentros fueron completamente impredecibles, nada de lo que sospeché con cada uno pasó, aunque pudimos confrontar sensaciones de la comunicación y nuestras acciones frente al azar y la experimentación en episodios que no sabemos si podemos controlar. Fue el juego de la “intuición informada”, expresión acuñada por Santiago García dentro del proceso creativo del Teatro la Candelaria.

METÁFORA NARRATIVA

Para hacer el tejido de la creación con los demás músicos, pensé en la mirla negra, uno de los pájaros más fuertes que habita en Bogotá y que desde cosmovisiones indígenas como la del pueblo Arhuaco o Yalcón, las mirlas son como los periodistas de los animales, porque son capaces de memorizar todos los sonidos que escuchan a su paso, enseñarlos a otros animales y luego olvidarlos, para aprender más. Las mirlas son las dueñas de la memoria y de los mensajes, por eso son las dueñas de la comunicación. Ellas son las que deciden si el mensaje es una noticia o un chisme y son capaces de actuar las cosas que ven. A las mirlas se les puede preguntar lo que pasó y ellas recrean las escenas con acciones, vuelos y cantos. Por eso, decidí que cada uno de los músicos seríamos mirlas, para contarnos con sonidos entre vecinos, lo que estaba pasando en nuestro entorno durante la cuarentena. Cada uno usaría el lenguaje más propio posible y la inspiración solo estaría mediada por la memoria interna, casi inconsciente de los sonidos cotidianos desde la casa, los que son tan repetitivos que desde la consciencia, parecen parte del silencio.

MIRLA 1501 – NUEVA SANTAFE

Canciones sobrevivientes nació de los cantos de los copetones y mirlas durante a cuarentena, de las copas de los árboles salían todo tipo de sonidos que se intensificaron y aumentaron mientras la ciudad silenció un Mi bemol constante que sonaba como resultado de la suma de sonidos del gran monstruo citadino. Esos pájaros me enseñaron dos cantos, mientras la lavadora de la vecina, el timbre de la puerta principal, la podadora del jardinero y otros músicos vecinos amenizaban mis silencios internos y aparecían como material no clasificado en mis selecciones musicales.

MIRLO 105 – EDIFICIO GUADALUPE

Teto Ocampo, reconocido guitarrista, productor y gran improvisador usó su tarot del ritmo, dejándose llevar por su lectura como una invocación de lo que ya no necesita pensamiento. Él quiso llevar el sonido a la exploración más profunda y sincera del intérprete, la que ya no se piensa y que no necesita más referencias que la más primitiva, la del ritmo.


MIRLO 507 – EDIFICIO CLOSTER

Andrés Patiño, baterista y percusionista, vecino y amigo, también aprendió el canto de sus pájaros vecinos. Desde su ventana, el copetón y la paloma acompañaron sus silencios, mientras que el arranque de los camiones que bajan por la Calle 12B, coincidieron con el ritmo del taladro de la obra interna que el edificio aprovechó para terminar durante la cuarentena.


MIRLO 104 – EDIFICIO CANDELARIA REAL

Jorge Henao, guitarrista e ingeniero de sistemas, decidió entrar en las entrañas de la ciudad y con su guitarra eléctrica y sus efectos, recreó ambientaciones de la ciudad como si fueran cuadros de Fernando Oramas o paisajes de Caravaggio. Sonó el Parque de los periodistas, con sus palomas y paseantes de perros, las emociones de los obreros de la obra sobre la carrera Cuarta, uno feliz y otro desorientado por el cansancio y la preocupación, algunas de las mirlas que lo visitaron en los momentos de silencio y la exploración que me pareció más interesante: ¿qué escucha el asfalto? Jorge se mimetizó con el asfalto, el suelo del camino, la carretera, la fricción de las ruedas de los carros, los pasos de la gente, el smog, el polvo y el taladro rompiendo sus entrañas para cambiar tuberías eléctricas y acuáticas.


MIRLA 904 – EDIFICIO CLOSTER

Laura Daza es percusionista y baterista. Ella quiso compartir el pensamiento del habitante bogotano, no el que es individuo, sino el que es intérprete del territorio. Compartió el sonido de pensar oro, una práctica ritual de los pueblos indígenas para atraer a la comunidad la luz y la abundancia. También compartió cantos y melodías de lo que está pendiente por decir, el movimiento de los números como actos de sanación en el sonido de la gaita y una melodía inspirada por Serankua, padre creador del pueblo Arhuaco.


LA VERDAD DE LO QUE PASÓ

Con cada músico, elegimos al azar las duplas de sonidos que tocaríamos juntos. Teníamos el reto de explorar un diálogo sonoro que era un acto de fe y que pondría a prueba nuestra capacidad de enfrentarnos con algo desconocido. Esto no era jazz, ni rock, ni músicas ancestrales, ni algo que hubiésemos hecho juntos antes. Estábamos en riesgo y había que correrlo. Para mí era muy importante descubrir el grado de sinceridad y espontaneidad para narrar desde el sonido, más que la experticia interpretativa.

Casi ni puedo hablar de lo que me pasó. Me pasó de todo. Ni siquiera puedo hacer una crítica de lo que pasó. Apenas puedo compartir cuatro preguntas que surgieron de los cuatro encuentros, enfocadas en la comunicación y que se convirtieron en cuatro caminos hacia respuestas personales durante los días siguientes al lab-oratorio y que todavía en proceso de responder, seguramente en otra creación. ¿será que la máquina habla pájaro? ¿qué escucha el asfalto? ¿qué está pendiente por decir? ¿cuál es el ritmo de las respuestas? Y cada una de estas preguntas fueron la inspiración de cuatro paisajes sonoros del adentro y afuera de las ventanas que comparto con cada uno de ellos.



Friday, 29 September 2023

La espiral sonora de Teto Ocampo

 



La espiral sonora de Teto Ocampo


Los textos a continuación, son algunos fragmentos del libro de grado El Hueco de la Candelaria y la Espiral Sonora por Bogotá, como parte del acompañamiento de Teto durante mi investigación en la maestría en Estudios Artísticos de la ASAB entre el 2015 y 2019. Fue un proceso maravilloso en el que nos asombramos con cada cosa y nos hicimos amigos para siempre.

Gracias Teto.


Foto: Vivian Vasquez Montoya

El asunto fue tomando colores. Mi práctica investigativa dejó de ser una serie de acciones inocentes y se convirtió en una aventura por el descubrimiento de memoria y otras formas de hacer música. La musa volvió a calentar con su aliento después de mucho tiempo. Aprendiendo con Ernesto Teto Ocampo , conocí frases musicales muy antiguas de pueblos milenarios que me motivaron a aprender sobre el sincretismo de las expresiones musicales urbanas contemporáneas y ancestrales, más allá del jazz y de la improvisación como recurso técnico interpretativo. Las prácticas artísticas ancestrales dejaron de ser para mí, referencias documentales museográficas y fui consciente de que todavía están vivas y siguen tan vigentes, como los pueblos vivos que las ejercen (Ayala, 2019 p. 28).

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Iniciación

Quise dejarme llevar por la intuición y el instinto, como elementos sensibles de la improvisación, cuya metáfora narrativa tomó el nombre de “limpieza del hechizo”. El hechizo representa el estado negativo que tenemos que superar los humanos a lo largo de la vida, me refiero a los miedos y apegos. El camino de la limpieza del hechizo busca la serenidad y la alegría que en mi contexto, sería la inspiración para hacer música.

La Facultad de Artes de la Universidad Distrital invitó a un taller intensivo de creación colectiva en el Teatro La Candelaria, al mismo tiempo que yo asistía a un círculo de canto dirigido por Teto Ocampo. En la misma época, emergieron desde todos los puntos cardinales de Colombia, por una acción política para las comunidades protegidas por la Consulta Previa que quise apoyar, figuras muy fuertes del pensamiento ancestral colombiano de la Sierra Nevada de Santa Marta, el Huila, el Amazonas, el Chocó, la Guajira, el Cauca y demás regiones, quienes me mostraron otra forma de ver el mundo, una por la que sentí mucha afinidad, al reconocer que toda este gente son mis hermanos de territorio: los pueblos indígenas. Mi cuerpo empezó a sentir el movimiento de la danza, el espíritu de las plantas y animales, las piedras y el agua.

Las meditaciones benjaminianas sobre los algoritmos de ciudades (Benjamin, 2005, p. 542) y un mapa de Bogotá, resurgieron en el camino de mi investigación para entender que lo que yo reconocía como escenarios no convencionales para las puestas en escena, son realmente lugares sagrados reconocidos por los pueblos indígenas de este territorio, cuya importancia es la que procura soltar las falsas riquezas del posmodernismo (Jameson, 1991, p. 17) al pertenecer a la memoria de pueblos y de la ciudad contemporánea como memoria impecable del territorio. La intuición, el instinto y la improvisación, son el tejido del trabajo de campo en laboratorios de creación colectiva basados en círculos de palabra (Ayala, 2019 p. 38).
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Conversación con Teto Ocampo, 18 de julio de 2018.

La inspiración viene del estudio de herramientas compositivas. La primera vez que uno usa un formón se machuca, corta la cosa mal; pero, la segunda vez mejora y la tercera vez mejora más y así con todas las herramientas, uno las va usando y va haciéndose mejor. ¿Cuándo se hace uno mejor? Cuando la herramienta es la que lo inspira a uno. Entonces, las herramientas son para la creación: es todo el universo. O sea ¿Qué nos inspira? Nos inspira el Universo. Las herramientas están ahí: la literatura, el cine, las artes, la música, la matemática, la física, todas las ciencias. Y uno no puede estudiar todo, pero escoge unas que lo inspiran y lo hacen a uno feliz. Así que, yo llegué a la música modal y a la música indígena con la pregunta: ¿Cuál es la música espiritual? Yo ya había hecho mucha música folclórica y demás, y entonces vino la pregunta sobre la música espiritual.  Vino esa pregunta porque primero había tenido un episodio de tendinitis y fue muy bonito que fue la música la que me curó. Me puse a hacer ejercicios de tocar respirando, tocar escalas, estudiar el sonido, cambiar algo de lo que estaba haciendo y vinieron muchos cambios en la vida, muchos… Y entonces empezó la búsqueda por la sanación, por ahí el estudio de sanación espiritual. También, el estudio de la música de los indios. Ahí llegué al sistema modal y al estudio de la acupuntura. La acupuntura me permite hacer música, me inspira. Hay piezas que uno empieza pensando en acupuntura, hay otras que uno empieza pensando en otra cosa. Cada una inspira algo diferente. Hago una cosa, una melodía, arranco, la trabajo, la termino y después ya no me acuerdo que estaba pensando cuando la hice. Al final, solo vainas pa’sentir. Hay muchas en las que es evidente lo que estaba pensando. No se sabe por qué llega así una idea, pero, esa es la inspiración.  

Lo otro es que cuando uno compone por encargo, uno tiene que hacer ciertas cosas, no está totalmente libre. Depende del encargo. Pero del trabajo por encargo, está muy chévere que lo obliga a uno a hacer música, uno no se puede varar.  Tiene que ser algo bonito y ya.  Primera idea que viene, metérsela toda y después pasa que así está chévere. Lo obliga a uno a hacer música. Es más chévere sentirse libre, lo que pasa es que uno no hace nada. A veces, pereza mental, pereza creativa o descanso creativo. Sé que viene una nueva ola de buena música, pero hay que parar un rato y mejor tocar. Eso también es un trabajo, ser guitarrista. Hay que tocar bien, para eso hay que andar tocando. Hay momentos de creación y hay momentos de silencio creativo, aunque el cuerpo puede seguir en música.  

La otra cosa es que esas músicas que uno compone como ejercicios de composición, alimentan la composición automática, que es la improvisación, eso es lo más lindo; pero, pa’eso hay que estar bien con el cuerpo, con el instrumento. Yo me paso aquí, dos horas decidiendo si le subo aquí, o le bajo acá, después hago un tinto y en general, pensando en la toma, me demoro como tres horas decidiendo qué es lo que voy a grabar. Después, cojo el instrumento y me lo estudio un rato, lo grabo y a veces no lo vuelvo a tocar.  A veces, no lo vuelvo a tocar jamás. Ya no me acuerdo que hubo una canción ahí. Hay muchas de esas que no las escribo ni siquiera, si no que la pienso y la voy escribiendo en la cabeza y luego la grabo, me la aprendo y la grabo y no queda escrita y no la vuelvo a tocar nunca. Entonces, estaría bueno hacer un recuento de lo que inspiró cada canción, eso sería una cosa, para interiorizar un poco, todas las mejores. Las que se salvan en el tiempo, buenísimo saber de dónde salieron. El tema era la música espiritual y bueno… sobre el círculo. La brújula…mmm… sobre la brújula, es bien significativa para mi, porque también hace parte de la sanación, no solo que sirve para sanar, sino que yo, recién empecé a estudiar la acupuntura y pensé mucho en qué bueno sería tener un instrumento con círculos concéntricos que uno pudiera mover.  Y pasaron como 10 años, hasta que, un día, la hice a mano. Y… estaba resolviendo muchas cosas de la vida en ese momento, como haberme liberado de unas cosas, hizo que entendiera el miedo, el miedo es lo que le impide a uno moverse. Tanta cosa que tiene uno ahí, todo se vuelve así gigante y uno no hace nada. Nada se resolvía, no porque yo no quisiera, sino por qué tenía una carga emocional, que tenía que aliviar y no quería o no sabía que tenía. Una vez empecé ese trabajo, empezaron a arreglarse todas las cosas, y una muy diciente, fue esa. Porque me permitió ver cómo hacerla […] Ya lo había estudiado, ya estaba en la cabeza, me senté, hice el circulito y en un ratico estaba eso. Verlo, ya no tener que pensarlo todas las veces sino verlo, ver como se juntan todas las energías y la música que hacen. Entonces, esto es parte de escribir la escala no de forma lineal sino circular, que es como espiral, porque cada vez va subiendo y en el círculo hay analogías. (Ayala, 2019)


Imagen 4. Brújula de composición. Parte de la investigación actual de Teto Ocampo. 2018
Fotos: Natalia Guzmán

Los Algoritmos Algo-rítmicos

Teto Ocampo, como uno de los promotores de la creación musical en Colombia, aprovecha la práctica docente para estimular la fuerza creativa de las personas, basada en la búsqueda del conocimiento propio en el que el diálogo con del espíritu, es la retroalimentación de las relaciones con el paisaje, la comunidad y el territorio. Su interés por unir a las personas en una sola voz o en una sola música que se convierta en un rezo lleno de luz para la sanación del mundo, lo llevó a iniciar una espiral que nació en su casa en la Candelaria, como una gran maloca urbana llena de arte, conocimiento y alegría. Así llegué a su casa, a los círculos de palabra, los cuales desconocía como dispositivos de comunicación ancestral de los pueblos indígenas. En el círculo de palabra aprendí a utilizar el lenguaje de otra manera, a entender la relación con la verdad a través de los elementos de la naturaleza, la memoria ancestral y desde adentro hacia afuera, es decir, aprendí a identificar mis emociones en el mundo y los efectos en mi cuerpo y en mi presente.  El círculo de palabra tiene un propósito, más que el de hablar o compartir, el de resolver una dificultad de la comunidad y no se acaba hasta que se logra un acuerdo entre las personas y los elementos que participan como búsqueda de la solución al problema que se quiere resolver. Se acuerdan acciones individuales y colectivas que motivan el bienestar de la comunidad, en el que uno se compromete a darle paso al trabajo individual que hay por mejorar para que una situación se solucione y que cada persona participe en armonía para que las acciones colectivas por el bienestar del territorio, sean asertivas y fluidas.  

Entre dos cuadras de la Candelaria, la casa de Manuel Hernández y la de Teto Ocampo, el primero desde la literatura y el segundo desde la música, se mueven dos nodos de comunidad, sabiduría, creatividad, política y producción artística, en el que yo me convertí en una cuerda anclada a estas dos malocas bogotanas, vibrando al tañer de las dinámicas de Bogotá en mi vida. [...] (Ayala, 2019 p. 56)

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Lo multimedia. Lo multimedia está en las estrellas, como si cada constelación fuera un plano de la identidad. Suena astro-nómico-lógico, es una composición material y espiritual. El más allá de la forma visible de la luz, sería el que justifica su existencia.  Para el pueblo arhuaco, Serankua  no es como uno cree que es, desde la perspectiva occidental, una deidad. Él es su espíritu y ese espíritu puede tomar cualquier forma de la naturaleza. Puede ser rana, árbol, río, canción, y sigue siendo Serankua, entonces, queda dicho que Serankua es el Universo, todo lo que existe, se ve y no se ve. Así me enseñó Teto lo que le enseñaron los arhuacos. 

Cada sentido tiene muchas formas de sentir, tanto que cada uno visto como interfaz, interpreta el espíritu de las emociones a través de las sensaciones. Claro, oscuro, amargo, dulce, ruidoso, tranquilo, suave o duro. Cada uno de ellos es Serankua, que se pone en ese espíritu para que entendamos algo, una emoción relacionada con cada sensación. Ahora entiendo que la música, las imágenes, las letras, la danza, el teatro, el cuerpo y la voz, son herramientas creativas para que Serankua hable y cuente las historias del Universo. Por eso es tan importante que existan los artistas, porque cada uno trabaja para los sentidos, mejor, para el cuerpo entero como una unidad sensible. 

Los medios de la vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato son los que construyen la idea de los pensamientos. Todos juntos trabajan siempre, porque siempre hay olor, sabor, textura, visión y sonido.  Es lo que nos permite tener un recuerdo, tener consciencia de los instantes, de la memoria.  Parece obvio, pero el flujo frenético de las ciudades, hacen que la mente se apodere de la consciencia del cuerpo. Cuando no se tiene consciencia del recuerdo en el cuerpo, el dolor se vuelve constante y crónico. El arte sanador, hace que todos los sentidos estén atentos a la conmoción que produce la obra artística, a punto de recordar después, aromas o temperaturas de ese instante.  Lo multimedia no se relaciona con las máquinas, se relaciona con la comunicación. Es un dispositivo que conectado o no, activa las posibilidades de transmitir un mensaje efectivo. Si es efectivo, significa que todas las reacciones de los sentidos están equilibradas y ese es un éxito estético. (Ayala, 2019 p. 49)

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Nuestro norte es el sur. La fachada de la que fue mi empresa cultural, Holofónica Estudios, era un lienzo para cualquier cantidad de mensajes rebeldes de manifestantes, anarcos, pandilleros o raperos que dejaban sus hashtags  mal impresos.  En complicidad con Guache  y Teto Ocampo, nos propusimos a hacer un gran mural que fuera la puerta a la Candelaria como un centro de memoria muisca de la abuela y del maíz. Guache, con la maestría que caracteriza su habilidad para contar memorias a través del color, invocó la sabiduría de un pueblo segregado por la estratificación de las ciudades, los campesinos, y que a pesar de eso, es el pueblo que mejor conserva la memoria de los pueblos indígenas de Colombia. El gran mural “Nuestro norte es el sur” fue un acto subversivo de algunos artistas que nos opusimos a la normatividad de la Secretaría Distrital de Ambiente, acerca de las fachadas de inmuebles de patrimonio y decidimos mostrar que también es patrimonio lo que cuenta una obra artística, tanto como la historia que sostiene una pared. Al principio, los vecinos se quejaron de las pinceladas de más de un metro que Guache atravesaba sobre la fachada, los mismos que después, serían los primeros defensores de una gran obra artística. La calidad de la obra y su mensaje, validaron su existencia y permanencia, y derrumbaron los argumentos del patrimonio, el que defiende la estética del patrimonio arquitectónico desde la pared, más que desde la memoria que evoca la pared. La realización de la obra se convirtió en un happening en el que terminó participando la comunidad entera, entre vecinos, transeúntes, administradores locales y policías.  Tanto así, que la obra duró en pie casi cuatro años.  

El descuido de la fachada del inmueble, se considera detrimento patrimonial y en Colombia, una obra artística sobre la fachada de un inmueble de interés cultural es un delito. El valor de la obra, está representado por el efecto que éste tiene en la economía. La casa es más valiosa, porque hace parte de la industria de la finca raíz y se convierte en obra artística arquitectónica cuando su carácter de patrimonio protegido lo hace una pieza de museo dentro de la lonja inmobiliaria, que se valoriza en la medida que el turismo va fortaleciendo el barrio como Centro histórico y el Centro Histórico como museo. El pájaro que lleva dentro el conocimiento de una abuela sabedora, de la que se desprende de sus trenzas la memoria del maíz y eso le da el poder de ser la guardiana de todo un territorio que se hila desde el norte hasta el sur por el camino a Tunja, no tiene validez histórica, porque no es un instrumento de plusvalía.  Su validez es para todo el pueblo, porque toda ella es un ritual gráfico, como un petroglifo antiguo, además de un caer en cuenta de lo que hay en el territorio. (Ayala, 2019 p. 73)"
 
Imagen 10. Mural Nuestro norte es el sur en proceso, 2014. La Candelaria. Foto: Aldana Rossi Archivo Holofónica Estudios.

 

Imagen 11. Mural Nuestro norte es el sur, 2014. La Candelaria. Foto: Marcela Ayala. Archivo Holofónica Estudios.

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Mucho Indio. Mucho Indio es más que una agrupación musical, es parte del laboratorio paleofuturista que Teto Ocampo fundó hace muchos años, con la idea de recordar el pasado en forma de futuro; es decir, aprender y recuperar la memoria musical de los pueblos indígenas y hacer nuevas versiones de estas músicas, involucrando técnicas aprendidas desde la academia, el jazz, el rock, la vida misma y compartirlas con gente del todo el mundo, interesada en sentir y entender el espíritu sanador de la música sobre el espíritu de los cuerpos y del territorio.

Mucho Indio, también es política, una política que tiene inmersa en sus melodías, las historias de origen de muchos pueblos indígenas de Colombia, en especial del pueblo Arhuaco o Iku, en la que cada canción tiene la memoria de la semilla, los animales, el agua o el viento, que al ser tocadas, le recuerda a cada pueblo las leyes de origen que le dan orden a la convivencia y el compromiso con los compañeros, los ancestros, el territorio y el Universo.

Así, Teto invita a diferentes músicos, indígenas y bunachis, corís o arijunas , a tocar estas músicas y a involucrarse con el espíritu de cada melodía, haciendo política mientras se toca, algo que llamaré, política espiritual. (Ayala, 2019 p. 76)

 

Imagen 12. Concierto Mucho Indio. Casa Kilele, Bogotá. 16 de octubre de 2018. Foto: Natalia Guzmán

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Quebrada de San Bruno y Otros Ríos de Asfalto

Mis preguntas sobre el agua y la música comenzaron en la adolescencia. Cada vez que visitaba un pueblo, sentía una relación muy fuerte entre el ritmo del agua y su música, parecían un solo tejido sonoro. Desde entonces, este descubrimiento ondulatorio me mantuvo en la cuestión permanente acerca de las músicas y los territorios que las producen, y en mi proceso de formación musical, siempre pensaba en un sonido propio. Mientras estudiaba una pieza musical, procuraba conocer su origen, la historia de su compositor y su relación política con su territorio. El repertorio tradicional para guitarra clásica, me mantenía navegando por piezas musicales europeas, las que analizaba morfológicamente, una y otra vez, comparando a los intérpretes, como única referencia, puesto que no conozco sus aguas. Esta desconexión que sentía con algunas piezas del repertorio europeo, despertó en mi el interés por aprender obras latinoamericanas y colombianas con una afinidad particular por la música del cubano Leo Brouwer, el argentino Abel Fleury, el venezolano Antonio Lauro, el paraguayo Agustín Barrios y naturalmente por la obra de mi maestro, el colombiano Gentil Montaña. 

Me sonaron las aguas mestizas de América Latina, tan mestizas como yo. El torrente de estas voces sincopadas y llenas de danza negra, india, blanca y morisca que habían nacido en medio de los caminos, los ríos y mares de este continente resonaron conmigo y de toda esta verdad, empecé a preguntarme por mis ríos más cercanos y la música de Bogotá.

Siempre me enseñaron que de las músicas bogotanas se destacan la rumba criolla, el torbellino, la guabina, el bambuco; composiciones como la gata golosa , cuatro preguntas , la vencedora  o el granadino , derivadas de lo que la Sociedad Filarmónica de Conciertos  determinó que eran los aires andinos que cabrían dentro de un lenguaje al que ellos llamaron “música culta de carácter profano” (Marulanda, 1989, p. 372); músicas que se distribuyeron por la Cordillera Oriental, desde el Macizo Colombiano hasta la Serranía del Perijá. Esta teoría nunca me convenció del todo. Soy bogotana y esos aires no me despiertan el espíritu de la alegría, de la misma manera como le pasa a la gente de otros lugares de Colombia cuando oye o interpreta sonidos de su región. En mi caminar por el mundo de la música, he podido ver que a muchos músicos bogotanos les pasa lo mismo que a mí, que se fueron de viaje a buscar lugares escondidos en los que alguien les enseñe el origen de la música o a conectar la música con el espíritu. Esta búsqueda convirtió a Bogotá en la ciudad donde más experimentos musicales se desarrollan en el país, donde llega gente de todas partes a compartir con los bogotanos que tratamos de conectar nuestro espíritu con algún ritmo caribeño, del pacífico, llanero, andino o amazónico, con estilos como el rock, el jazz, la salsa o la música contemporánea.  

¿A qué suena Bogotá? Pasó de ser una pregunta implícita a convertirse en la motivación de esta investigación. Tuve que mirarme hacia adentro y preguntarme, ¿a qué suena mi Bogotá? En ese momento, me vi dentro de un paisaje y de un mapa, como metáforas estéticas de mi relación con el territorio, Bogotá. Hice un recuento de mis ríos desde los ríos de mis ancestros, mis padres y los míos. Ya conocía el río Atrato y algunos de sus ritmos entre el son chocoano, el pasillo, la jota, el Bunde, el aguabajo, entre otros. No conocía el río el de los abuelos maternos, el Chicamocha y me fui a oírlo, a bailar con su ritmo, el torbellino. Cuando ya tuve la memoria de esos dos ríos, me di cuenta de que mi cuerpo no era hijo de ninguno de ellos. La historia de tener padre chocoano y madre con padres boyacenses, me hizo creer que  los ríos de mi familia eran los míos y que por ser bogotana y ver todos sus ríos convertidos en caños espantosos, yo ya no tendría río propio.

Estos ritmos que hasta ahora había reconocido como la música de Bogotá y de otras regiones del país, apenas invocan la historicidad de los pueblos indígenas de Colombia. En las clases de morfología musical, siempre me hablaron de formas europeas para componer música colombiana, derivadas de los patrones de dos partes (bipartita), de tres partes (tripartita) y la forma sonata (LaRue, 1989, p. 139). Nunca me enseñaron a componer músicas indígenas o negras, pensadas como tales y su exploración fue considerada dentro de mi entorno académico como asuntos extra clase que trascendían a la verdad compositiva tradicional, como si fueran secuencias sonoras de otro planeta. Sólo cuando conocí a Teto Ocampo, empecé a entender la importancia de la música de origen y aprendí que es tan cercana a nosotros como el territorio más que la heredada de occidente, que trae en ella la memoria del territorio y toda su ritualidad tiene origen en la naturaleza, la armonía entre todos los seres del Universo y por supuesto, el espíritu del agua. Conocí canciones de los pueblos arhuaco, yanacona , nasa, misak , ticuna, wayuu, entre muchas músicas de origen de diferentes lugares del mundo y descubrí que las fuentes creativas para el sonido, vienen de algo más profundo que el sistema tonal unificado o simplemente tonalidad  (1989, p. 40) y su descomposición teóricamente programada.

Con el incidente del Hueco de la Candelaria, caí en cuenta de que tengo más ríos propios de los que pensaba, solo que están tapados en sus cauces urbanos y así las catástrofes ambientales de Bogotá los hayan lapidado para convertirlos en avenidas vehiculares, sus espíritus siguen ahí, con historia, memoria y por supuesto, música. Esta otra mirada del agua en el territorio, que me enseñaron amigos y amigas de los pueblos Misak, arhuaco y Yalcón, en la que el espíritu natural de los elementos del territorio nunca muere solo se manifiesta en otra forma de la materia o como las ciudades, me motivó a creer que si es posible volver a oír el ritmo de Bogotá y decidí recorrer algunos de sus ríos, al menos los más cercanos a mi historia personal (Ayala, 2019 p. 96).

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Creatividad locura. En el edificio Guadalupe, viven mis dos referentes de la creación colectiva: Teto Ocampo y Santiago García. Pareciera un movimiento cósmico que la vida pusiera a estos dos seres en el mismo edificio, uniendo gente para reflexionar sobre Colombia y sanar un meridiano de La Candelaria (la calle 14) con música, teatro, círculos de palabra, conciertos musicales y  mecanismos para encontrar la pureza del lenguaje, que nos inspire en nuestras próximas obras artísticas, mientras Patricia Ariza sostiene “la llave del mundo ” de Santiago García, dos cuadras al sur, en el Teatro la Candelaria. Todo esto es un conjuro para aliviar las cicatrices que la historia ha dejado a lo largo de la calle 14, un hilo del corazón de Bogotá.  

El 9 de abril de 2018, fue más importante que la conmemoración de los setenta años del bogotazo. Sobre la misma calle 14, la que 70 años atrás, había recibido el impacto del cuerpo muerto de Gaitán, el espíritu de la Quebrada de San Bruno (hoy, callejón del embudo) gritó lo más fuerte que pudo hasta que rompió el tubo que canaliza sus aguas y dieron a Jesús Santrich, orden de captura por supuestos vínculos con el narcotráfico. El mismo día, el 9 de abril de 2018, Colombia volvió a traicionar la paz, como un segundo Bogotazo y el agua de la Nación Muisca gritó por ella abriendo un hueco gigantesco como un acto de purificación. Probablemente, con la energía de la música de Teto y los libretos de Santiago, Colombia pudo respirar por algún lado, atacando un furúnculo lleno de crueldad, que por fin explotó.

Del 9 al 11 de abril, las cuadras aledañas a la explosión acuática, quedaron sin servicio de agua. El martes 10 de abril, todos los periódicos hablaban de la captura para extradición de Jesús Santrich por solicitud del Gobierno de Estados Unidos, y un contratista despejaba la arena que obstruía el tubo del agua para lograr sellarlo con alguna solución. Hasta el día en que estoy escribiendo este párrafo, el hueco de la Calle 14 con segunda no ha terminado de cerrarse y el fiscal de los Estados Unidos arribó a Colombia para entrevistarse con el Fiscal colombiano y el Presidente de la República, pues la JEP extravió la carta en la que solicitaban las pruebas. Pareciera que nuestro hueco no se va a cerrar hasta que se sepa toda la verdad. 

Pasaron los días y el hueco de La Candelaria aumentaba su tamaño, mientras los contratistas de “Bogotá mejor para todos”  admiraban un quebrantamiento consecuente de obras civiles que terminó convirtiéndose en un desastre natural. A los ocho días el hueco era gigantesco, ya no había herramientas que controlaran su dimensión y su poder era tan intenso que, tal como si fuera un portal hacia el infierno de las películas de magos celtas, el hueco se “tragó” una excavadora.  

El hueco era tan misterioso que entre amigos y vecinos empezamos a peregrinar hacia él con diferentes reflexiones y teorías sobre su origen, que en cada visita, lo inverosímil de su tamaño, nos llevó a hipótesis diversas. Los días previos a la ruptura del tubo de agua estuvieron dando vueltas por la zona más arhuacos que de costumbre; por esos días, eran más y más los que visitaban a Teto y daban vueltas a la manzana, como sensores radiestésicos. Una intuición transmedíática, me hizo pensar en algo más que una falla de cálculo de ingeniería y recordé la historia en la que cuentan que los Mamos de la Sierra abren huecos en la Tierra cuando hay una enfermedad muy grave y es necesario que se limpie el territorio. Realmente creí que ellos habían provocado el hundimiento absurdo que se dio después, para limpiar mucha energía negativa que ya estaba acumulada y que había que evitar que siguiera haciendo daño.  

El asesinato de Gaitán, en el del joven del barrio, la familia asesinada, el suicidio de José Asunción Silva , la decisión de suicidarse de María Mercedes Carranza , la quiebra de Holofónica y otros sucesos de la calle 14 me permitieron ver la ciudad como un cuerpo y entendí el concepto de acupuntura urbana de la que Manuel Hernández me había hablado junto a muchas historias de la cultura mundial, que reconocen puntos del planeta como portales energéticos. Igual que en nuestro cuerpo, hay chacras y puntos acupunturales que interconectados, son el flujo vital para el bienestar. Tuve una crisis paranoica, en la que pensé que todas las tragedias que se dan en el mundo, especialmente sobre la calle 14, son ataques a los puntos de energía principales del corazón de la ciudad y si. En una de las peregrinaciones al hueco con Manuel Hernández, en el barrio La Concordia  él me enseñó que la palabra concordia, viene de concorde, que significa corazón compartido. Confirmé mis sospechas new age, que en algún lugar del planeta o en muchos, había gente pensando en atacar el corazón de Bogotá, así como nosotros nos reunimos donde Teto a pensar en su purificación. 
 
 “¡Gigantesco hueco se abrió en el Centro Histórico de Bogotá!”, decían medios de noticias de diferentes ciudades, boletines locales y residenciales, en los que alertaban que estarían sin servicio de agua por algunos días y que por eso era importante ahorrar agua. El grito de la Quebrada de San Bruno, nos hizo caer en cuenta del agua de Bogotá y mientras que se regaban el agua y las noticias, de voz a voz como en los viejos tiempos, toda la ciudad habló del hueco, sin diferencias políticas, religiosas o económicas; es tan espantosamente cierta su existencia, que era imposible no creer en él. Vimos el hueco, lo leímos y toda su imagen era verdad, nadie era culpable de eso, ni siquiera los trabajadores de la construcción del colegio distrital y la plaza de mercado. Era un llamado, lo único que estaba pidiendo, es que pensemos en el agua. A la Quebrada de San Bruno la enterraron viva, igual que a sus ríos hermanos. Eso me hizo muy bien, no pensar que esa agua está enterrada, pensar que está viva. 

Manuel también me enseño que justo al lado del hueco, hubo un restaurante gitano hace más de cincuenta años, donde hay un eucalipto gigantesco que alguien sembró para que el espíritu húmedo de la quebrada de San Bruno no entrara en la casa. No sabemos si fueron los gitanos o fue antes que llegó el árbol. En este tiempo, ni el eucalipto pudo detener el grito de la quebrada.  

Conexión Acústica. Entre varios amigos y vecinos nos pusimos a consultar sobre el agua de Bogotá y nos dimos cuenta de que estábamos desconociendo una parte importantísima en el tejido de estudios sobre la música bogotana. Teto me estaba enseñando a componer con su sistema para hacer música, el mismo que también nos ponía a reflexionar sobre la salud, el cosmos, la política, nuestras emociones y acciones para obtener una canción con la intención de sanar algunas cosas sobre inquietudes personales, y al descifrar la poesía es la canción, salió una frase afín con el hueco: “fuego emperador sedado con agua de fe”. En acupuntura china, el fuego emperador es el elemento del corazón, que era el que pretendíamos sanar y el elemento que sanaría ese fuego, sería el agua de fe. La fe en San Bruno o en el poporo de los arhuacos que habrían desbordado el agua para menguar un fuego excedido con tanta bala en el corazón de Bogotá. 

El agua habló y nos recordó que bajo el asfalto y el cemento hay once quebradas y dos ríos solo en la Candelaria, los que regaban a Bogotá, más todas los que se fueron sumando en la medida que el urbanismo se fue tomando la Sabana. Inmersos en la magia topográfica y pensando en los sitios que íbamos a elegir para hacer la performance de mi investigación, Teto lanzó sobre un mapa de la Candelaria, una estrella de cinco puntas, que indicaría una escala musical pentatónica, que esta vez, no la usaríamos para poner notas musicales sobre el cuerpo humano, sino sobre el territorio, Bogotá.

Yo no me iba a quedar con la curiosidad por saber si había algún tipo de sincronismo o conexiones, entre el cauce de los ríos y quebradas vecinos, la estrella de cinco puntas y las salidas del sol en relación con los cerros tutelares de Bogotá. Un artículo del 2016, en el periódico de la Universidad Nacional, que llegó a mis manos por azar y otro de Julio Bonilla  que seguía una investigación sobre las salidas del sol en los solsticios y equinoccios, exponen la demostración matemática de que en el solsticio de verano, el sol sale por Monserrate, en el del invierno por Guadalupe y en los equinoccios, el sol sale justo en medio de las dos montañas. En las cuatro fechas, el sol pasa por un mismo punto, encima de la Catedral Primada (Bonilla, 2011, p. 10), la que enterró el observatorio astronómico muisca más importante de la zona.  
 

Superpuse la estrella de cinco puntas y los trazos vectoriales de Julio Bonilla, sobre el mapa de la Candelaria. La sorpresa fue mayor, ya que las líneas de la estrella encajaron perfectamente con las mediciones astronómicas y la punta de la estrella, sería el punto de partida de unas acciones dedicadas a la pureza en el lenguaje de la Plaza de Bolívar. Germán Arciniegas, nos pidió en muchos de sus textos sobre las plazas bogotanas, que teníamos que buscar la manera de recuperar la verdad de la palabra y nos hizo caer en cuenta de que la herencia española generó en el mestizaje una responsabilidad colectiva de las congregaciones en plazas (2010, p. 9), como otras formas de maloca.

Danza creación. En seguida, nos reunimos varios amigos y les conté la historia, hicimos reflexiones y conjeturas, concluyendo que teníamos que hacer un pagamento al agua. Decidimos que sería en el cerro de Guadalupe, porque era el mejor lugar para pagar por el agua. En el círculo de palabra previo al pagamento, hablamos de la música y del agua, del torrente femenino como el guardián de la vida. Entre los asistentes, estuvo Janeth, amiga del pueblo Misak que nos enseño que el nombre de su pueblo significa gente de agua y que había ríos y lagunas femeninos y masculinos. A una chica de Israel, le sorprendió mucho que los ríos de Bogotá estén tapados o contaminados y nos enseñó, que el agua de los ríos trae el espíritu de las emociones y que si los ríos están tapados, las emociones están tapadas. Floresmiro nos enseñó que por el río navega el espíritu de la música y que el río le da sentido y ritmo a la música de los pueblos.  (Ayala, 2019 p. 115) 

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Pequeño 5. Según la brújula para componer de Teto, la estrella de cinco puntas determina un modo pentatónico de una escala musical. A cada vértice de la estrella el corresponde un elemento entre madera, fuego, tierra, metal o agua que va a elegir unas notas musicales de una carta en coordenadas polares que representa el territorio – cuerpo, enlazadas con las horas del día, los signos zodiacales, los órganos, los colores, los elementos, entre otras cualidades que figuran la relación que existe entre el cuerpo y la fenomenología del universo (Merleau-Ponty, 1993, p. 410). En el círculo de palabra se analizan las energías que se deben sedar o alimentar, se define cuál estrella de las cinco posibles, es la que va a “gobernar” la escala, luego se elige la primera nota de la escala y se leen las notas en cada punta de la estrella.

La estrella de cinco puntas no es el único pentagrama que uso en el ejercicio creativo. El pentagrama musical es el cuaderno de la escritura musical, y en la Espiral Sonora por Bogotá, es el símbolo de creación colectiva, en el que cambia la estrella por la proyección de sus puntos horizontales en un plano de cinco líneas y cinco espacios que servirán para poner el pensamiento de un oráculo colectivo en notas musicales. (Ayala, 2019 p. 143)

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Performance de Carnaval

Performance de Carnaval es la última entrega de un laboratorio creativo que promueve la construcción histórica a través de las prácticas artísticas en la ciudad contemporánea. Es la puesta en escena de una matriz que cruza las interfaces estética, social, económica, mediática y ambiental con sus caminos: lo multimedia, contemplaciones, la poesía, la empatía erótica y el goce. El montaje final se convirtió es un dispositivo multimedia no conectado , como un sistema de ecuaciones multivariable que permite que cada vértice que se da entre cada interfaz y cada camino, sea un nodo permeable y sensible que puede ser iniciado por elementos culturales materiales e inmateriales que representan la territorialidad para darle sentido histórico a una acción artística, simbólica, política y ritual a favor y a través de un territorio, en este caso Bogotá. 

La receta. El camino a la Performance de Carnaval, tuvo varios episodios. El primero, el hueco de la Candelaria, para mí determino que ese sería el punto de origen de la Espiral Sonora por Bogotá, y en ese momento supe que la performance que resultara de la investigación, iba a suceder en el lugar del hueco, alrededor de él o en espacios relacionados. Me impresionó que ese enigmático hueco, su abriera justo en el sector que habría sido mi punto de partida de la investigación, teniendo como referencia la importancia de la Plaza del Chorro de Quevedo como lugar posible de la fundación de Bogotá. El segundo momento fue un círculo de palabra que convoqué, para hablar del hueco de la Candelaria, de la música y la geografía de Bogotá, en el que nos dimos cuenta que a pesar de ser un territorio de agua potable, la historia de la ciudad moderna ha estado enmarcada en muchas tragedias alrededor del agua, hasta el punto de que sus ríos y humedales hoy son canales de aguas residuales, avenidas vehiculares, centros comerciales y complejos residenciales. Hoy, el agua de Bogotá pertenece al acueducto y la música que viaja por su espíritu, no se sabe como suena ni donde quedó escondida o atrapada, seguramente en charcos llenos de desechos tóxicos. 

El tercer momento sucedió en una reunión con Teto, en la que estábamos revisando en el Atlas Histórico de Bogotá 1538 – 1910 (2004), la historia de las fuentes de agua y cómo fueron desapareciendo, mientras decidíamos en qué lugares de Bogotá íbamos a reunirnos para experimentar con diferentes músicas. En ejercicios previos de composición musical, le había pedido a Teto que me permitiera usar su brújula como una de las herramientas de composición para el ejercicio creativo de mi investigación y al pensar la ciudad como un cuerpo, habíamos resuelto que el órgano que íbamos a invocar para su sanación era el corazón y su relación con el agua, ya que el hueco estaba en el barrio del corazón compartido (La Concordia) y usaríamos la estrella de cinco puntas del modo pentatónico del elemento metal. Hasta ahí, teníamos cinco puntas y cinco notas musicales, que según nuestro análisis, serían Do (C), Re (D), Fa (F), Sol (G) y Si bemol (Bb) y de la relación que tiene la brújula de composición con los meridianos principales según la medicina tradicional china, el elemento del corazón es el fuego emperador y al fuego lo apaga o seda el agua, según las interacciones destructivas o triunfadoras del movimiento de los cinco elementos (Dale, 2012, p. 249). 

Ya teníamos una escala pentatónica y una intención: “fuego emperador sedado con agua de fe con un impulso de metal”. Entonces, llegó el cuarto momento, después de que hablamos de visitar cinco lugares e ir a improvisar en cada uno sobre los modos pentatónicos de esa escala. Teto lanzó la estrella de cinco puntas sobre un mapa de la Candelaria y la punta de la “cabeza” de la estrella, cayó justo sobre la plaza de Bolívar. Por azar, nos dimos cuenta que los otros puntos, estarían cerca de los demás que elegimos como escenarios de nuestra Performance. El quinto momento, fue una conversación con Manuel Hernández, en la que me habló del concepto de acupuntura urbana y otra con Fernando Avella en la que me habló de los chacras y meridianos del planeta como portales energéticos que se usan en muchas tradiciones espirituales del mundo para sanar o enfermar territorios. Luego de estas dos reuniones, descargué de Internet un mapa de Bogotá y el artículo de Julio Bonilla Aproximaciones al observatorio solar de Bacatá (2011), en el que describe matemáticamente los ángulos que hay entre la Catedral Primada , antiguo observatorio muisca y los cerros tutelares Monserrate y Guadalupe. Sobrepuse sobre el mapa de La Candelaria, unos vectores con las mediciones de Julio Bonilla y la estrella de cinco puntas de la brújula de Teto, cuyas dimensiones están relacionadas con cada hora del día. Me llevé la sorpresa de la vida. Las líneas de la estrella coincidieron perfectamente con los cálculos astronómicos del profesor Bonilla. Al trazar la línea que determina el recorrido del sol en los equinoccios, el boquerón del río Bicachá (San Francisco) la estatua de Bolívar y el hueco de La Candelaria están en su misma pendiente. Al mantener esas proporciones, los lugares que marcaron las otras puntas de la estrella fueron: la esquina donde cayó Jorge Eliécer Gaitán, la Calle 16 con Carrera segunda que está en proyección con el cerro de Monserrate, la subestación eléctrica de La Candelaria que está en proyección con el cerro de Guadalupe y la Calle 9 con carrera 4 en proyección con el río Tchiguachí (San Agustín).

 

Imagen 33. Mapa con los alineamientos de la salida del sol sobre las montañas de Guadalupe y Monserrate durante los solsticios y equinoccios. Fuente: Google Earth (15/enero/2011). Base Cartográfica para alineamientos. Fuente: Julio Bonilla.

 

Imagen 34. Mapa de la Performance de Carnaval. Fuente mapa: Google Maps 2018. Versión ampliada: Ver Anexo 4.

Decidí usar el pentagrama gigante de la performance Improvisación de una inconforme y las cartas con sustantivos de significados positivos como herramienta compositiva de creación colectiva durante la acción en cada sitio. Cada participante, invitado o no, tendría el derecho a poner en el pentagrama una carta escogida al azar e ir construyendo una melodía. En nuestro dispositivo, cada lugar está representado por uno de los cinco elementos chinos entre madera, fuego, metal, agua y tierra, una nota musical, un órgano, una emoción y un color. Ayudándome de otros oráculos, a cada lugar lo acompañó una carta de los arcanos mayores del tarot, un orisha  de la tradición yoruba africana, un santo católico y un animal sagrado muisca, con los que quise explorar el sincretismo de diferentes expresiones culturales adoptadas por el mestizaje en una sola puesta en escena. Utilizamos otros símbolos y signos de estas imágenes espirituales con colores, instrumentos musicales, alimentos, números, palabras clave, esencias y la invocación del espíritu de cada animal en una danza que Floresmiro Rodríguez Mazabel bailó en cada sitio, siguiendo las músicas que los demás improvisamos a partir de la escala y la melodía colectiva que entre todos, escribimos en el pentagrama gigante.  (Ayala, 2019 p. 144)

Ayala, L. (2019). El Hueco de la Candelaria y la Espiral Sonora por Bogotá: Entre la Creación Colectiva y el Happening. (Tesis de maestría). Universidad Distrital Francisco José de Caldas Facultad de Artes ASAB. Bogotá, Colombia.

 

Tuesday, 5 July 2022

La Plaza Arcoiris














La Plaza Arcoiris

El 20 de junio de 2022, a la mañana siguiente del triunfo inminente del Pacto Histórico en las elecciones presidenciales, el logotipo de los colores que ha acompañado al movimiento político Colombia Humana desde 2011, se reflejó en un arcoiris intenso que adornó el Capitolio Nacional, como si la naturaleza hubiese abierto el camino verdadero hacia la política del amor. Ese fenómeno de la luz, que se descompone por difracción en colores, cuando se atraviesan las gotas de agua, quedando un arco rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta y que su descripción más fría ya parece un poema, no podía quedarse sin la interpretación griega de una diosa mensajera entre el cielo y la Tierra, que posiblemente para los muiscas, pudo haber tenido su análoga en el colibrí. El arco iris o la Diosa Iris, igual que el Colibrí, trae el mensaje de los dioses, anunciando que ha llegado el fin de una tormenta y da la bienvenida a cambios buenos. 

Esta manifestación mística se dejó ver en el espectro visible sobre el Capitolio, iluminando y advirtiendo al gobierno nuevo, el cambio inminente que superó a lo humano y que son los dioses los que están armando una fiesta de-vida, sabrosa. Y vino a ser la Plaza de Bolívar la que se vistió de Diosa Iris y de Arco Iris, adornando también, el balcón central del Palacio Liévano por decisión humana, sin ser de la Colombia Humana, pero sí, o de la humana en Colombia, de la verde y LGTBIQ+. 



En estos días, de alguna manera estamos de colores como el Pacto y los millones de ciudadanos que también decidieron vestir su nombre de Arcoiris o Diosa Iris en las redes sociales virtuales y también en las reales, promovidas por la conmemoración y celebración de la diversidad sexual y de género que también atrajo los colores, casi arcoiris, con un solo azul, menos el rosado, pero con todos los símbolos de lo que nos han enseñado que es el amor y el respeto entre humanos, humanas y humanes. 













El rojo representa el amor y el afecto, el naranja la salud física, el amarillo el sol y la vida, el verde es la esperanza y la naturaleza, el azul evoca la tranquilidad, la calma y el violeta conecta con el alma y el espíritu (tomado de https://every.lgbt/historia-y-significado-bandera-lgbt/). Definitivamente, la bandera LGTBIQ+ no es una cosa de maricas, es una cuestión de humanidad,  el Pacto Histórico no es una cosa de comunistas, es una cuestión de humanidad y el arcoiris es un fenómeno físico de la naturaleza que puede ser lo que queramos que sea, en este momento, tan oportuno que este agua de fuego ya no es el trueno que rompe cualquier obstáculo confrontando el lado más íntimo y oscuro, sino que envuelve la dulzura, el regocijo y la empatía, capaz de disolver el pudor y la discriminación que este Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios, cuyo espíritu se esconde en la efigie de la Plaza Mayor, apoya siendo el maniquí que se adapta a cualquier manifestación política, social, artística, mágica o religiosa de los miles de manifestantes que lo visitamos, pidiéndole o reclamándole derechos, izquierdos y verdades. 

Nuestro Simón, llegó a la Plaza fundido con una medalla de George Washington gracias a una pistola; le han puesto rosarios, sahumerios, flores, banderas comunistas, pañuelos feministas, luces navideñas, sombreros boyacenses, collares de plumas, lonas de construcción, símbolos hippies, masones o ateos, cruces católicas, templarias y nazis. Lo hemos limpiado, lo hemos rezado, lo hemos endulzado, también gritado. Lo han orinado y defecado perros, palomas y humanos. Aguanta todos los elogios y maltratos, aguanta todo y sigue intacto. Es como un Jesucristo latinoamericano, sin la categoría del cristianismo. 

Este hombre de bronce no se ofende con nada ni por nadie, es diverso, es de colores, entiende el amor y la enfermedad, se mantiene firme, voluntarioso, nadie quiere tumbarlo de su pedestal y es anfitrión de la alegría y los seres que preparan el atuendo soñado, el que no se permite en las oficinas, universidades, iglesias o colegios, ni en la casa, con la familia, porque es pecado ser Yo, ser auténtico, auténtica o auténtique, no binarie, Trans, queer, sexi. 


El arco y la Diosa permiten todo con la complicidad de Simón. Él está cuidando a la juventud que quiere salir del closet, saltar por la ventana, romper la cerradura y volar; ir más lejos de la orientación sexual y de la identidad de género. Es la gente que quiere huir de las categorías y sentir la libertad y la sanación, luciendo una malla sensual, pelucas o plumas, ofreciendo besos gratis, siendo más masculinos que femeninas y viceversa, volando de abajo a arriba y de arriba a abajo como el colibrí que chupa el néctar de todas las flores, porque en todas ellas está el amor, la fecundidad y la vida.
















5 de julio de 2022



Thursday, 4 June 2020

Sobreviviendo a la Economía Naranja - ¿A qué sueno? - Milongueo del Ayer

Milongueo bogotano del Ayer.


Ayer, era otro día y el mismo de hoy. Ayer era tango y milonga, bambuco, pasillo, jazz, rock, metal, joropito, torbellino, salsa, champeta, ska, espíritu. Cuerdas musicales, vocales, matemáticas, esperadas e inesperadas, azar y partitura, lista de listas de canciones por cantar, tocar, componer. Refundidas en el deseo del éxito y la diferencia sin llegar a mucho o a todo, un poco más cerca del reconocimiento y un poco más lejos de la supervivencia. Así estuve durante años como una soñadora bogotana que esperaba romper las fronteras invisibles del camino a Tunja, de la Calle Real y la Carrera tercera. Mis hormonas fueron cambiando al ritmo de los desplazamientos entre estratos por la Séptima, del Centro al Norte, del Norte al Centro. La dialéctica de los viejos buses que cambiaban de público en el Centro Internacional al lado de una estudiante  de Universidad pública que aspiraba a ser alguien importante entre ecuaciones diferenciales, transformadas de Fourier y acordes de guitarra. 

Durante esos viajes, mientras decidía si entraba a clase de circuitos digitales o si me quedaría en el corredor tocando guitarra, conocí en un disco de Carlos Rocca Lynn, la música de Abel Fleury, eminencia de la guitarra Argentina que contaba la historia de los campesinos de la primera mitad del Siglo XX entreverada entre milongas y acordes de guitarras. Me enamoré por primera y única vez de una pieza que siempre me acompaña así olvide o recuerde todo el repertorio de todo: Milongueo del Ayer. Una pieza sencilla, corta y dulce, como una canción de cuna en La menor, que cuenta en tres variaciones que se mueven todo el tiempo entre tónica y dominante, el galope de los caballos, las danzas milongueadas alrededor de los fogones que calientan el viento de la Pampa, el tren llegando a Dolores y la fuerza de los libres del sur, quienes darían inspiración a este maravilloso compositor dolorense, casi pionero de los ensambles y orquestas de guitarra como indios galopando por la libertad.

Eran los primeros años de Internet pública y buscando la partitura de esta milonga, conocí a Sergio Moldavsky, guitarrista e investigador argentino que había publicado un CD con la música de Fleury y quien me compartió algunas partituras e historias de la guitarra en Argentina.  Luego, lo busqué en Buenos Aires y tuvimos la fortuna de compartir por la Avenida San Juan, hasta Boedo.  Sin entrar a la Esquina Homero Manzi, doblamos por Boedo hacia otro restaurante cuyo nombre no recuerdo, al que me dijo Sergio, van los maestros de la guitarra a hablar sobre guitarra.

Y como dijo Ferrer: "Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese... que se yo..."

La Guitarra - Jorge Luis Borges

He mirado la Pampa
desde el traspatio de una casa de Buenos Aires.

Cuando entré no la vi.

Estaba acurrucada
en lo profundo de una brusca guitarra.

Sólo se desmelenó
al entreverar la diestra las cuerdas.

No sé lo que azuzaban;
a lo mejor fue un aire del Norte
pero yo vi la Pampa.

Vi muchas brazadas de cielo
sobre un manojito de pasto.

Vi una loma que arrinconan
quietas distancias
mientras leguas y leguas
caen desde lo alto.

Vi el campo donde cabe
Dios sin haber de inclinarse,
vi el único lugar de la tierra
donde puede caminar Dios a sus anchas.

Vi la Pampa cansada
que antes horrorizaban los malones
y hoy apaciguan en quietud maciza las parvas.

De un tirón vi todo eso
mientras se desesperaban las cuerdas
en un compás tan zarandeado como éste.

(La vi también a ella,
cuyo recuerdo aguarda en toda música).

Hasta que en brusco cataclismo
se apagó la guitarra apasionada
y me cercó el silencio

y hurañamente tornó el vivir a estancarse.






Friday, 22 May 2020

Performance - Gilipollas Estallados


Performance - Gilipollas Estallados - Bogotá - Casa de Citas - 8 de marzo de 2016   
Es una reflexión en tres actos sobre el sentir de los cuerpos feminizados que son expuestos desde tres enfoques: la mujer agredida, la mujer resentida y la mujer resiliente.  El primero, representa el cuerpo y mente femeninos censurados con adjetivos que resultan de imaginarios colectivos que reprimen y menosprecian a las mujeres, nuestro pensamiento, libertad, sensibilidad, aptitudes y el cuerpo. Con una capa negra, guantes, una máscara y de espalda al público, fui leyendo los adjetivos negativos rompiéndolos como acto de liberación personal y caer en cuenta de una forma de maltrato: el juicio.  En el segundo acto, las mujeres del público participan con la inscripción, sobre condones inflados, de lo que representa para ellas el masculino. Luego, leo en voz alta, las palabras que las mujeres escribieron y estallo los condones con fuego, como un acto de perdón y purificación. En el tercer acto,  entrego a todos los presentes, papeles de colores representando una unidad de emociones, cualidades y fuerza colectiva  en forma de sustantivos positivos, como acto de reconciliación.

Performance - El Baúl Ambulante


Performance - El Baúl Ambulante - Bogotá 2016

En la performance El baúl ambulante,  la acción más importante no es la mía como performer, son las reacciones del público frente a la intervención de los espacios. Quise hacer una reflexión sobre el rol del cuerpo desde diferentes puntos de vista, de la que surgió la idea de estar aprendiendo fórmulas para sanar lo individual desde lo colectivo y lo colectivo desde lo individual. Al principio, buscaba sanar cosas particulares, pero interactuando con los demás. No pretendí que esta fuera un monólogo, sino que la relación con el otro fuera la que diera el significado a la acción. El baúl ambulante, tuvo la intención de regalar, de compartir las cargas, cosas que eran inútiles para mí, podrían ser útiles para otros y eso es importante. No quise decidir sobre los objetos arbitrariamente y volverlos basura.

Imagen 15. Performance El baúl ambulante. Febrero 2016. Calle 11 con Carrera 6. Bogotá. Fotos: Vivian Vásquez Montoya

Me metí dentro de un baúl, debajo de una señal de transito, en la Calle 11 con carrera 6, en La Candelaria. Justo debajo de una señal de PARE y al baúl le puse un texto que dice …Y LLÉVESE UN REGALO, como continuación del PARE. Durante horas, fui una estatua viviente, que solo se movía cuando alguien se acercaba a preguntar: ¿Qué está pasando? La estatua se animaba e invitaba a los que se acercaban a que eligiera lo que más le llamara la atención. El regalo era el objeto y la historia del objeto. Yo le contaba a cada persona cómo había llegado el objeto que eligió a mi vida. Entre las cosas que pasaron con la gente, aprendí que uno no puede determinar el nivel de importancia de las cosas, por lo mismo, porque lo que para uno es inútil, para otras personas es muy importante. Para una señora, un muñeco le parecía un tesoro porque se lo iba a llevar a su hijo. El carácter de los objetos, tenía que ver con el nivel socio-económico aparente de la gente que se acercaba. Al ser una estatua viviente, me convertí en el hombre sándwich del que habla Benjamin, el que en sí mismo, es el soporte de la publicidad del producto que ofrece (Buck-Morss, 1995, p. 335). Unas señoras quisieron darme dinero a la fuerza, como si mi acción fuera un acto desesperado de hambre. Otra señora, vio un muñeco ahí, un tesoro ganado para su hijo, quien con un uniforme de mucama, agradeció intensamente mi acción como un acto generoso. Me di cuenta de que la subjetividad no tiene valor colectivo, eso hace que uno empiece a romper barreras frente a los gustos del otro y aprenda a tolerarse, además de respetar la visión que los otros tienen de las cosas, de acuerdo a su forma de habitar el mundo. Unos tienen una idea de la imagen, según su posición económica. Unas señoras vieron en mi un acto desesperado de pobreza, mientras que una persona que trabaja como empleada doméstica, vio en mi pura generosidad. La artista que tomaba fotos a lo que pasaba, entendió claramente que se trataba de una performance.


Imagen 16. Performance El baúl ambulante. Febrero 2016. Calle 11 con Carrera 6. Bogotá. Fotos: Vivian Vásquez Montoya

Lo subjetivo no tiene valor colectivo, a menos que la idea individual sea una propuesta aceptada como un acuerdo entre grupúsculos, o sea impuesta como ley y única verdad hasta volverse imaginario. Fue un ejercicio en el que quedó claro que todos tenemos percepciones de las cosas, según el entorno que nos habita y que la comunicación es asertiva, cuando el mensaje de la creación artística es tan profundo, que supera el contrato de lectura meramente semiótico, para llevarla a un plano más profundo que es el de la emoción y más profundo, el del espíritu. La imagen no es lo que parece, es dialéctica (Benjamin, 2005, p. 699) y su puesta en escena responde al impulso del discurso eco-sistémico que habita al espectador. Ese instante, es como un oráculo, en el que se ve lo que cada uno necesita, incluyéndome como artista, a la camarógrafa, a los invitados y a los espectadores incautos de la pieza estética, la que apareció como un obstáculo disfrazado de baúl en una esquina de La Candelaria, tratando de liberarse de cosas viejas. Cuando fui una estatua, solo yo era consciente del ritual y de su intención sanadora y al involucrarme con el otro que se acercó, ya éramos dos recibiendo una sanación, por el acto mismo de captar la atención como una obra artística o por invitar con una estética a la ruptura de la cotidianidad para que el transeúnte recibiera otro tipo de mensaje, ojalá inolvidable. La transgresión del espacio público, ya es un acto que se hace digno de recordar. El éxito del artista, consiste en aprovechar al máximo esa transgresión con el mejor y más completo de los mensajes, para eternizar la acción con el caer en cuenta del espectador, por más pequeño que sea.

Manuel Hernández, define el caer en cuenta, como el acto de correr la cortina de la costumbre, la doctrina, la clasificación o el miedo, que se puede dar con pequeñas dosis de citas bibliográficas relacionadas con la historia personal y colectiva,  que al cruzarse sobre nosotros como si fuéramos nodos intermodales de las ciudades, nos permite ver mucha de la información que nos llega en dimensiones múltiples sobre lo mismo. El caer en cuenta, es la liberación de puras cadenas de información, externas, ciertas y falsas, como pruebas de verdades diversas que se anulan solas cuando se cruzan entre si sobre nosotros y nos obliga a discernir un concepto propio de nuestro sentir frente a la ciudad, la naturaleza y el Universo. Es una definición implícita del fin de los Pasajes de Benjamin, como una apuesta que involucra la dinámica de las grandes ciudades en la construcción del pensamiento filosófico contemporáneo.


Ayala, M. (2019). El hueco de la Candelaria y la espiral sonora por Bogotá. (Tesis de Maestría). Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Facultad de Artes ASAB. Bogotá, Colombia.


Benjamin, W. (2005). Libro de los Pasajes. Madrid: Editorial Akal. 

Buck-Morss, S. (1995). Dialéctica de la Mirada. Walter Benjamin y el libro de los pasajes. Madrid: La Balsa de la Medusa, editorial.