El 20 de junio de 2022, a la mañana siguiente del triunfo inminente del Pacto Histórico en las elecciones presidenciales, el logotipo de los colores que ha acompañado al movimiento político Colombia Humana desde 2011, se reflejó en un arcoiris intenso que adornó el Capitolio Nacional, como si la naturaleza hubiese abierto el camino verdadero hacia la política del amor. Ese fenómeno de la luz, que se descompone por difracción en colores, cuando se atraviesan las gotas de agua, quedando un arco rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta y que su descripción más fría ya parece un poema, no podía quedarse sin la interpretación griega de una diosa mensajera entre el cielo y la Tierra, que posiblemente para los muiscas, pudo haber tenido su análoga en el colibrí. El arco iris o la Diosa Iris, igual que el Colibrí, trae el mensaje de los dioses, anunciando que ha llegado el fin de una tormenta y da la bienvenida a cambios buenos.
Esta manifestación mística se dejó ver en el espectro visible sobre el Capitolio, iluminando y advirtiendo al gobierno nuevo, el cambio inminente que superó a lo humano y que son los dioses los que están armando una fiesta de-vida, sabrosa. Y vino a ser la Plaza de Bolívar la que se vistió de Diosa Iris y de Arco Iris, adornando también, el balcón central del Palacio Liévano por decisión humana, sin ser de la Colombia Humana, pero sí, o de la humana en Colombia, de la verde y LGTBIQ+.
El rojo representa el amor y el afecto, el naranja la salud física, el amarillo el sol y la vida, el verde es la esperanza y la naturaleza, el azul evoca la tranquilidad, la calma y el violeta conecta con el alma y el espíritu (tomado de https://every.lgbt/historia-y-significado-bandera-lgbt/). Definitivamente, la bandera LGTBIQ+ no es una cosa de maricas, es una cuestión de humanidad, el Pacto Histórico no es una cosa de comunistas, es una cuestión de humanidad y el arcoiris es un fenómeno físico de la naturaleza que puede ser lo que queramos que sea, en este momento, tan oportuno que este agua de fuego ya no es el trueno que rompe cualquier obstáculo confrontando el lado más íntimo y oscuro, sino que envuelve la dulzura, el regocijo y la empatía, capaz de disolver el pudor y la discriminación que este Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios, cuyo espíritu se esconde en la efigie de la Plaza Mayor, apoya siendo el maniquí que se adapta a cualquier manifestación política, social, artística, mágica o religiosa de los miles de manifestantes que lo visitamos, pidiéndole o reclamándole derechos, izquierdos y verdades.
Nuestro Simón, llegó a la Plaza fundido con una medalla de George Washington gracias a una pistola; le han puesto rosarios, sahumerios, flores, banderas comunistas, pañuelos feministas, luces navideñas, sombreros boyacenses, collares de plumas, lonas de construcción, símbolos hippies, masones o ateos, cruces católicas, templarias y nazis. Lo hemos limpiado, lo hemos rezado, lo hemos endulzado, también gritado. Lo han orinado y defecado perros, palomas y humanos. Aguanta todos los elogios y maltratos, aguanta todo y sigue intacto. Es como un Jesucristo latinoamericano, sin la categoría del cristianismo.
Este hombre de bronce no se ofende con nada ni por nadie, es diverso, es de colores, entiende el amor y la enfermedad, se mantiene firme, voluntarioso, nadie quiere tumbarlo de su pedestal y es anfitrión de la alegría y los seres que preparan el atuendo soñado, el que no se permite en las oficinas, universidades, iglesias o colegios, ni en la casa, con la familia, porque es pecado ser Yo, ser auténtico, auténtica o auténtique, no binarie, Trans, queer, sexi.
El arco y la Diosa permiten todo con la complicidad de Simón. Él está cuidando a la juventud que quiere salir del closet, saltar por la ventana, romper la cerradura y volar; ir más lejos de la orientación sexual y de la identidad de género. Es la gente que quiere huir de las categorías y sentir la libertad y la sanación, luciendo una malla sensual, pelucas o plumas, ofreciendo besos gratis, siendo más masculinos que femeninas y viceversa, volando de abajo a arriba y de arriba a abajo como el colibrí que chupa el néctar de todas las flores, porque en todas ellas está el amor, la fecundidad y la vida.
5 de julio de 2022